Algunas mujeres no tienen el mejor y es cuando aparece el varón diciendo: “A esta yo le arreglo el modo de ser y la convierto en mi esposa”.
Angel Gómez Giraldo
El Diario del Otún
¿Qué hombre del pueblo no la recuerda? Era el paisaje humano más bello para contemplar cuando iba por la calle. Su rostro parecía haber sido hecho en la fábrica del cielo. Sus pechos eran brevas del higuero mejor cultivado. Su piel de color pardo rojizo brillaba con la luz del día o la luz artificial.
Su trasero tenía la forma exacta del fruto prohibido y al moverlo hacía una revolución para liberar deseos. Sus pasos acompasados con el movimiento de las manos y de los cabellos claros y lisos la hacían ver cual ave del paraíso.
Su sonrisa era apenas un intento y sin embargo era suficiente para dejar al descubierto el alma.
Su nombre había sido hallado en la mar durante una regata en que intervinieron todos los astros: Coralina, y era a la vez luna lanzándole besos al sol.
Mostraba la edad en la mirada de mujer que ha aprendido a soñar, y fue leyenda cuando se supo que dos hombres habían optado por el suicidio al tenerla como un amor imposible. Dos más perdieron la razón por ella y uno se internó en el bosque alegando que la única manera de olvidarla era huyendo para siempre de su lado.
Todos los hombres llegaron a reconocer que más que los atractivos físicos eran los encantos espirituales los que los llevaban a encabritamientos desconcertantes.
Su encanto, halo o gracia personal la distinguía con luz propia, tanto que a su lado las demás mujeres quedaban en nada.
Era que a su belleza le ganaba la personalidad que es única en los seres humanos, personalidad que a veces es tan arrolladora que hasta se nos hace difícil el definirla y quedamos en que es un no sé qué tras del cual otros vamos echando baba.
Modo de ser
También es el modo de ser que hace de las suyas en el individuo. Algunas mujeres no tienen el mejor, y es cuando aparece el hombre diciendo: “Yo a ésta le arreglo el modo de ser y la hago mi esposa”.
Claro está que algunas tienen un modo de ser tan oxidado que son incapaces de ligar con otra persona.
Es bueno señalar que eso de organizarle el modo de ser a las mujeres más sódicas es tarea casi que imposible de hacer siendo el mismo refrán el que se encarga de confirmarlo: “Genio y figura hasta la sepultura”.
El mejor modo de ser es el que se expresa con una sonrisa, etiqueta amable de la persona.
Con una sonrisa se gana mucho. Hasta el mundo, si se quiere. Quien es incapaz de sonreír es animal huraño. Si es la mujer la que no sonríe muere sin haber vivido con un hombre.
La más bella
La sonrisa en el rostro de una persona no hace otra cosa que agregarle otra belleza, la del alma.
Ahora, la sonrisa más bella es la del niño, y algunas mujeres y hombres la tienen con el privilegio de conservarla hasta edad avanzada. Son matadores sentimentales.
Cuando una persona le enrostra a otra que tiene cara de niño le está ofreciendo chococono. En palabras chandas, "le está tirando los perros".
Permítanme decirles que hay mujeres asesinas porque cuando ven a un hombre y éste les gusta, le disparan una sonrisa que de una lo deja tieso cual difunto.
Sonrisas cautivadoras la de la Mona Lisa porque apenas se insinúa y es la más artística aunque algunos historiadores se hayan atrevido a afirmar que es la del mismo Leonardo en autorretrato.
Sonrisa que provocaba morder, la que tenía Marilyn Monroe la excitante actriz de cine que llegó a revelar que para dormir tan solo se ponía el perfume Chanel nro. 5.
Otra mujer que fuera de ser bella e inteligente poseía una sonrisa más dulce que el melón pasado en su madurez, fue la Lu Andreas Salomé que llegó a encandilar a Nietzsche el filósofo, a Rilke el poeta y a Freud el psiquiatra.
Se supo que cuando la Lu fue a entrevistarse la primera vez con el filósofo, éste quedó tan impresionado con sus atributos físicos y su brillante personalidad que atinó a exclamar: “¿Desde qué astro hemos venido a reunirnos aquí? Terminaron viviendo juntos por más de 8 años.
Igualmente ha habido machos, muy machos, con hermosa sonrisa como la del soldado colombiano Benedicto González, partidario del general Córdoba, que combatió a su lado contra las fuerzas del gobierno en Antioquia perdiendo también la vida.
José María Arango, cronista del suceso bélico, nos describe así lo que vio al llegar el combate a su fin: “El general herido de un balazo en el pecho, su segundo jefe Benedicto González, joven bellísimo de la más elegante figura y gracioso rostro, recibió mortal herida en el vientre y quedó tendido en el campo. Jamás olvidaremos -dice- la sonrisa de dolorosa agonía. De su boca cincelada, donde lucían dos hileras de blancos dientes de purísimo esmalte, sonrisa indescriptible, que significó a quienes lo levantaron del suelo, su próximo fin”.
Esta batalla, la muerte de Córdoba y del soldado Benedicto González son hechos históricos del 17 de octubre del año 1829.
Alegría al saludar
Otra cosa es que uno relaciona la sonrisa con la alegría que ponen ciertas personas durante el ritual del saludo.
Puede ser que en ocasiones a uno lo engañen como a un niño pero tiene la convicción de que nadie tan feliz como el que sonríe con sinceridad. Vemos cómo la sonrisa mejora el rostro y le pone alegría.
Aquí en mi ciudad existe un hombre al que he bautizado con el nombre de “El ciudadano que saluda con alegría”. Lo conocí marchando por la calle cuando apenas era un cachorro de hombre y aunque hoy en día es ya un adulto paternal no le ha soltado la mano a la alegría.
Siempre ha sido así y por esto no pasa inadvertido en ninguna parte. Cuando voy caminando por la calle lo veo a la distancia, me advierte de igual manera y se me viene como una ola del mar influenciado por la fase de la luna.
Cuando saca las palabras es para decir: !Qué felicidad me produce el verte! Como si esto fuera poco, da ñapa: “Te ves bien”. Cosas que tan sólo es capaz de hacer el cariño espontáneo. !Qué humano es este pereirano!
No conozco su nombre. No he compartido tan siquiera un tinto con él. No más son momentos en la vía pública pero suficientes para no olvidarlo jamás. Ah, se me escapaba decirles que alguna vez me dijo que es padre de dos hermosas niñas, pero no más.
Hablando del abrazo al saludar, me parece oportuno recordarles que una vez el escritor y periodista estadounidense manifestó en un reportaje que el estilo es el abrazo. Agregaría yo que de igual manera lo es el mejor modo de ser de una persona.